¿Cómo afecta el estrés crónico a nuestra salud?
Nuestro organismo está preparado para reaccionar a una situación de peligro. Cuando fuimos diseñados, millones de años atrás, los humanos debíamos de enfrentarnos a situaciones agudas de peligro como el ataque de un león o de otra tribu. El circuito del estrés: hipotálamo-pituitario-adrenal o eje HPA sirve para que nuestro cuerpo reaccione de forma rápida y se prepare para luchar o huir, esto es mediante la liberación por parte de nuestras glándulas adrenales de dos hormonas: cortisol y la adrenalina, que dan lugar a un aumento de la frecuencia cardíaca, aumento de sangre disponible para nuestros órganos mediante una vasoconstricción sanguínea y aumento de la tensión arterial y liberación de glucosa de nuestros depósitos para que esté disponible para nuestros músculos y podamos echar a correr.
Sin embargo, la vida moderna nos ha traído otro tipo de “leones” que normalmente no atacan de forma aguda sino que se quedan con nosotras y constituyen una amenaza constante que obliga a nuestro sistema a estar permanentemente en alerta (un trabajo o estudios demasiado exigentes, unas obligaciones familiares que te sobrepasan, un sentimiento de que no das la talla en diferentes esferas de tu vida o una pareja con la que no te sientes acompañada pero no sabes cómo salir de la relación tóxica) que dan lugar a unos niveles altos de cortisol y adrenalina que son responsable de muchos síntomas habituales en nuestra sociedad como el insomnio, la ansiedad, la fatiga, el aumento de peso, disminución de la líbido y de muchas enfermedades crónicas como son la hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular o la obesidad.
A nivel reproductivo, el estrés crónico y la necesidad de producir el cortisol, determinará un desequilibrio de las hormonas sexuales. El cortisol que se origina de la misma molécula que la progesterona, y cuando estamos en una situación de estrés crónico se prioriza la producción de cortisol en detrimento de la producción de progesterona con lo que habrá un desequilibrio entre los niveles de estrógenos y progesterona con un relativo predominio de estrógenos, este predominio estrogénico está detrás de disfunciones como el síndrome premenstrual, las mamas fibroquísticas, la infertilidad y también de enfermedades ginecológicas como endometriosis, síndrome del ovario poliquístico, los miomas o el sangrado menstrual abundante.
De hecho, numerosos estudios vinculan niveles de estrés alto crónicos con infertilidad y es lógico, si estamos en un modo lucha lo último que nuestro cuerpo está preparado es para asumir el estrés fisiológico que supone un embarazo y una maternidad, no sería tampoco lógico en cuanto a las posibilidades de supervivencia de la especie que prioriza nuestra supervivencia en pro de otros hijos o de nosotras mismas.