Violencia de género

Violencia de género: ¿Puedes estarla viviendo?

Saber si se está sufriendo violencia de género no siempre es fácil. Muchas mujeres se encuentran en situaciones con su pareja que no identifican como claros síntomas de una situación de este tipo de violencia. Aina Delgado Morell, residente de medicina experta en violencia de género, analiza a continuación cómo identificarla y qué hacer en caso de que se produzca.

¿Te dice con quién puedes hablar y con quién no? ¿Te prohíbe llevar algún tipo de ropa? ¿Te pide leer tus mensajes o tener acceso a tu teléfono móvil? ¿Te dice que estás loca o que eres una histérica?

Si has experimentado alguna de estas situaciones con tu pareja, alerta. Podrían ser los primeros síntomas de una situación de violencia de género.

¿Qué es la violencia de género?

La violencia de género o violencia machista es la violencia específica que se dirige contra una mujer o contra un grupo de mujeres por la simple razón de serlo.

Esta violencia hunde sus raíces en el contexto de inequidad y discriminación que sufren las mujeres. Se usa como instrumento -ya sea de forma voluntaria e intencionada, o bien de forma inconsciente- para perpetuar las relaciones jerárquicas y el poder de los hombres sobre las mujeres.

La violencia de género tiene graves consecuencias para la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres, tanto a nivel inmediato como a largo plazo.

El iceberg: la violencia que vemos y la violencia invisible

Amnistía Internacional o la ONU calculan que, a lo largo de sus vidas, una de cada tres mujeres sufrirá violencia física o sexual, la mayoría de ellas a manos de su pareja. Esta cifra augmenta a dos de cada tres mujeres si sumamos otros tipos de violencia, que suceden más allá del ámbito de la pareja:  

  • En el ámbito familiar: abuso sexual en la infancia, matrimonios forzados, negación a atención médica o derechos educativos por razón de género.
  • En el ámbito laboral: maltrato psicológico, acoso sexual, discriminación laboral por razón de género.
  • A nivel social o comunitario: mutilación genital femenina, procesos de esterilización forzada, violencia sexual en el contexto de conflictos armados, violaciones correctivas, acoso sexual, matrimonio infantil, trata y exploración sexual de mujeres y niñas, violencia digital o ciber acoso (con especial relevancia entre adolescentes), violencia obstétrica, etc.
  • En el ámbito de la pareja.

Así pues, los asesinatos de mujeres -o feminicidios– son solo la punta de un iceberg donde caben múltiples violencias, a menudo invisibles, pero no por eso menos importantes: estas violencias invisibles son la base sobre la que se sostiene el patriarcado, es decir, el sistema de relaciones de poder que mantiene las mujeres en posición de subordinación y discriminación respecto al hombre.

Violencia en el ámbito de la pareja: “parecía un buen chico, la quería mucho… y de golpe enloqueció y la mató”

La violencia en el ámbito de la pareja es aquella que ejerce la pareja o expareja.

Puede tratarse de:

  • Violencia física
  • Violencia psicológica: amenazas, humillaciones, vejaciones, conductas de control, conductas de manipulación, aislar la chica o mujer de su entorno social y familiar, destrozar objetos físicos de su entorno, etc. Estos actos minan la libertad y la autoestima de la mujer.
  • Violencia sexual: actos sexuales que la mujer no ha consentido libre y activamente.
  • Violencia económica: privación intencionada y no justificada de recursos, aprovechar y explotar al máximo una situación de distribución desigual de ingresos o acceso a los medios de vida.

La situación de maltrato en la pareja no se da de forma repentina y aislada, sino que es un proceso que se va desarrollando a lo largo del tiempo.

En una relación de pareja en la que el hombre ejerce violencia contra la mujer, se da un contexto particular que suele dificultar que la mujer llegue a romper con su maltratador. Es lo que llamamos el ciclo de la violencia. En él se suceden tres fases:

Cada vez que el ciclo da una vuelta más, la violencia se va consolidando. La mujer se vuelve cada vez más vulnerable y pierde capacidad de autodefensa, ya que se ve a sí misma incapaz de resolver la situación y de evitar la situación de violencia después de la fase de luna de miel; eso provoca sentimiento de indefensión, pérdida de autoestima, ansiedad y depresión, tendencia a aislarse, sentimientos de vergüenza, miedo a que su entorno no la comprenda o la juzgue… En cierta manera, se acostumbra a la situación y normaliza las explosiones de violencia. Asume inconscientemente que tiene que aprender a sobrevivir con ello.

A cada vuelta, el ciclo se vuelve más rápido. La fase de luna de miel tiende a acortarse y desaparecer, y la violencia se hace más frecuente. Se da una escalada también en la intensidad de la violencia, que puede conducir en última instancia al asesinato.

Independientemente de su edad, clase social o nivel educativo, todas las mujeres del mundo se encuentran en riesgo de sufrir violencia de género en alguna de sus formas. No hay un “tipo de víctima” característica. No hay tampoco un agresor paradigmático: los maltratadores no son psicópatas, ni drogadictos ni enfermos psiquiátricos; son tu vecino, tu tío, tu amigo, o tu marido.

Del mismo modo, el feminicidio en el ámbito de la pareja no es un evento repentino y espontáneo. No se produce en un marco de “él la quería muchísimo, parecían la pareja perfecta; era un poco celoso, pero se desvivía por ella” y “de golpe enloqueció y la mató”. El feminicidio es la culminación de un proceso que probablemente lleva muchos meses o años teniendo lugar, que el entorno de la pareja no es capaz de detectar: actitudes tóxicas como celos o conductas de control y aislamiento se normalizan y pasan desapercibidas porque frecuentemente se entienden como románticas cuando en realidad son los primeros síntomas de una situación de maltrato.

¿Estás sufriendo violencia de género en el ámbito de la pareja?

¿Te vigila, te pregunta repetidamente qué haces y con quién?

¿Te indica con quién puedes hablar y con quién no?

¿Te prohíbe llevar algún tipo de ropa?

¿Te pide leer tus mensajes o tener acceso a tu teléfono móvil?

¿Te humilla delante de otras personas?

¿Te ignora y menosprecia tus necesidades y tu dolor?

¿Te insulta? ¿Te desprecia? ¿Te dice que estás loca o que eres una histérica? ¿Te hace sentir culpable por tus propias emociones, o responsable de las suyas y de sus actos?

¿Controla lo que gastas o qué compras?

¿Habla mal de tus amigas o familiares e intenta que no te apetezca verles ni hablarles?

¿Te amenaza? ¿Amenaza con hacer daño a personas cercanas a ti o a tus familiares?

¿Te amenaza con hacerse daño a sí mismo o con suicidarse?

¿Te amenaza con difundir fotos tuyas en las que salgas desnuda o expuesta?

¿Te obliga a hacer cosas que no quieres hacer, como ponerte cierta ropa para él o mantener relaciones sexuales?

¿Rompe cosas en casa?

¿Te agrede físicamente?

¿Qué hacer si tú o una amiga tuya estáis sufriendo violencia de género?

Si la respuesta a alguna de estas preguntas es SÍ, busca ayuda: habla con tus amigas, con tus profesoras, con tu familia o compañeras de trabajo, o acude al centro de atención a las mujeres que haya en tu ciudad o pueblo.

Si quieres abandonar la relación y el domicilio donde vives con tu agresor, si tienes tiempo y posibilidad, planifícalo bien: recoge los documentos más importantes para ti y llévatelos (documento de identidad, pasaporte, cartilla del banco, tarjeta sanitaria…). Si puedes, vete en un momento que él no esté en casa y evita la confrontación. Ten pensado a qué sitio irás. Si tienes alguna persona de confianza, explícale dónde estarás.

Si quieres denunciarle: procura acudir a la policía acompañada de personas de confianza o con una abogada especialista en violencia de género. Si ha habido violencia física o sexual, acude a un centro sanitario antes que a la policía, sin haberte cambiado de ropa o duchado: el parte de lesiones puede ser crucial en caso que haya un juicio.

Si piensas que una amiga tuya puede estar viviendo una situación de violencia de género, apóyala incondicionalmente. Anímala y acompáñala en cada paso que quiera dar. Ayúdala a encontrar información fiable sobre el proceso de denuncia y sobre qué servicios sociales pueden apoyarla. Nunca la juzgues ni la culpabilices. Incluso si por el momento no está preparada para reconocer la situación que vive o para abandonar a su pareja, quédate a su lado. Necesita por encima de todo no quedarse aislada en la relación de pareja. Cuando, después de una explosión de violencia haya visto claro que necesita salir de la relación, ayúdala a mantenerse firme en su decisión durante el período de luna de miel. Explícale que no es su culpa lo que le pasa, que no lo está causando ella; y que es su derecho tener una pareja y vivir un amor que no le cause daño.

La ley es muy variable en los distintos estados del mundo en cuanto a defender las mujeres se refiere: no en todos lados se consideran crímenes todos los distintos tipos de violencia, especialmente si se dan en el contexto de la pareja, ni se dan las mismas garantías a las denunciantes. Es por eso que debemos luchar juntas para conseguir legislación que nos ampare independientemente de nuestro origen, color de piel o edad.

Las instituciones judiciales, policiales y sanitarias también deben mejorar mucho en la prevención y detección de la violencia de género, así como a la hora de acompañar aquellas mujeres que la sufren y procurar que sobrevivan y se recuperen. Si trabajas en servicios sanitarios o de orden público, ten en cuenta que puedes ser la primera persona en disposición de ayudar a una mujer que sufre violencia de género. Estar preparada para atendarla y darle la información y medios que necesite es tu función. Fórmate y mantente al día del funcionamiento de los circuitos de atención a la mujer en tu país.

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