Fumar durante el embarazo: un riesgo para el feto

(Autora artículo: Francesca Crovetto)

¿Sabías que todo lo que toma la embarazada pasa inmediatamente al feto en la misma cantidad? Cada vez que la futura mamá da una calada a un cigarrillo es exactamente como si le ofreciera esa calada al feto: disminuye el aporte sanguíneo desde la placenta, provoca un aumento de su frecuencia cardiaca, reduce el oxígeno que recibe… Solo dejando de fumar es posible evitar todos estos efectos, incomparables a los que supone la ansiedad materna por no fumar. 

Los efectos nocivos del tabaco en el feto

Con cada cigarrillo, todos los efectos nocivos del tabaco se traspasan de forma amplificada al feto, que ve reducida la cantidad de oxígeno en sangre durante unos minutos y recibe la misma concentración de nicotina en sangre que su mamá. Numerosos estudios han demostrado la relación entre el consumo de tabaco (incluso en cantidades mínimas) y peores resultados en el embarazo, como el bajo peso al nacer o la prematuridad, y que incluso los hijos de fumadoras pasivas tienen más riesgos en el embarazo y peor desarrollo neurológico. Por lo tanto, no solo no hay que tocar el tabaco, sino que hay que alejarse del tabaco, exigir que nadie fume cerca de la embarazada y evitar que esta esté en una sala donde se haya fumado previamente. Los efectos del tabaco son altamente perniciosos para un feto en desarrollo. Y por supuesto, muchísimo peores e incomparables que unos supuestos efectos de la ansiedad materna por no fumar.

¿Por qué es perjudicial el tabaco durante el embarazo?

Si eres fumadora y estás embarazada, lo mejor que puedes hacer es dejar de fumar. El consumo de tabaco afecta al crecimiento del bebé. Con cada cigarrillo, el aporte sanguíneo a través de la placenta disminuye durante unos 15 minutos, lo que provoca un aumento de la frecuencia cardiaca del feto. El monóxido de carbono que se inhala con el humo reduce un 40 % el oxígeno que recibe el feto. Esto afecta a su crecimiento: cuanto más fume la madre, menos crecerá el bebé; por ello, los hijos de mujeres fumadoras pesan una media de 200 gramos menos al nacer.

Además, uno de cada siete hijos de madre fumadora llega al mundo antes de tiempo. De hecho, el 15 por ciento de los partos prematuros se deben al consumo de tabaco durante el embarazo. Fumar también incrementa el riesgo de hemorragia y aborto. Así, una embarazada que fuma más de 20 cigarrillos al día corre el doble de riesgo de que el bebé fallezca por un desprendimiento de la placenta que una no fumadora.

Dejar de fumar no solo evitará todas estas complicaciones, sino también problemas en el desarrollo de los pulmones del feto, así como malformaciones congénitas como el labio leporino y paladar hendido en el bebé cuando la madre tiene una predisposición genética a transmitirlo. Los niños expuestos al tabaco sufren más enfermedades agudas y crónicas de las vías respiratorias, asma, alergias y otitis que los niños de padres no fumadores. Además, los hijos de madres que fumaron durante el embarazo tienen un riesgo mayor de padecer en el futuro ciertos tipos de cáncer, como los de riñón y vejiga.

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